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martes, 7 de diciembre de 2010

Legado español e Indigena

 Se dará a conocer tres de las manifestaciones culturales que tienen su origen en el mundo colonial y que hasta el día de hoy se mantienen vigentes, que son: los juegos, las comidas y el legado religioso.

Los juegos
 En la época de la colonia se consolida una de las grandes tradiciones en Chile, que son los juegos,  en donde se reunía una gran cantidad de gente para ser observadora y participante de estos. El sincretismo hispano-indígena e hispano-chileno quedo de manifiesto en las prácticas tanto de juegos mapuches, españoles y mestizos.
Es decir, los pasatiempos sociales de la época de la colonia eran prácticamente juegos, en donde muchos de sus legados quedan hasta el día de hoy, solo con algunas innovaciones a causa de la modernidad, pero siguen siendo el eje central de los juegos típicos chilenos, como es el caso del volantín, las carreras de caballos, entre otros.

El volantín: Su aparición  en chile data de mediados del siglo XVIII, la llegada de este conquisto a muchos seguidores y de esta forma se convirtió en el protagonista de muchas fiestas. La presencia del volantín se hizo indispensable en fiestas patrias y competencias de corridas de volantines, esta última consiste en la lucha de dos o mas figuras de papeles en el cielo que buscan eliminarse una de otras.


 Con el paso del tiempo el volantín sigue siendo una de las tradiciones culturales chilenas, actualmente este a experimentado algunas innovaciones, ya que se presenta en diversas variedades como papel, plásticos. Además existe hoy en día la prohibición del hilo curado.

Según don Benjamín Vicuña Mackenna "que más que entretenimiento, era una pasión popular, una especie de palenque público, que tenía por teatro el cielo y los tejados, por combatientes a todos los caballeros, niños y rotos, la sociedad entera de Santiago”.

El luche: Es un juego que data de los tiempos de la colonia, su origen se le atribuye a la creatividad y espiritualidad de un monje español. En Chile se compone de trazos de líneas rectas en el suelo que incluyen dos casilleros de descanso y uno de corona.

Actualmente lo juegan estudiantes de colegios, pero preferentemente lo juegan mujeres. Este juego se realiza en calles, veredas, patios, etc, dibujando con tiza trazos de líneas rectas y cuadros.
Este juego es conocido con distintos nombres, como son: Rayuela Mariola, Reina Mora, Coxcojilla e Infernáculo.

La chueca De cuantos juegos tuvieron los mapuches, al que prestaron mayor atención fue al de la chueca, como lo llamaron los españoles, y palitún, los mapuches. Este juego es propio de los indígenas de Chile, no imitado a los españoles como algunos creen, porque lo jugaban desde mucho antes de la llegada de la llegada de aquellos al país. 

Los mapuches jugaban a la chueca formando dos bandos, armado cada individuo de un garrote encorvado en uno de los extremos, con el cual se disputaban una pelota de madera que debía ser lanzada al campo contrario, en medio de una confusa gritería. Muchas veces dirimían sus disputas en partidos de chueca.
De los españoles aprendieron los juegos de entretenimiento: el tejo, el naipe (que ellos mismos pintaban en láminas de cuero), la taba, las bolitas y el trompo

Carreras a la chilena: En 1556, el Cabildo estableció que en el día de San Andrés se realizara un rodeo en la plaza pública, para contar los animales y examinar las marcas. Esto dio paso para que los caballos llenaran la vida deportiva de la sociedad de la época, haciendo que las carreras de caballos constituyeran una especie de delicia en las apuestas de los españoles. Con el paso de los años en 1748, la iglesia criticaba este juego diciendo que “las carreras de caballo que en todas las calles se frecuentan más parecen fiestas bacanales”. Esto genero que en 1785 se reglamentaran las carreras ecuestres y se establecieran las normas de dichas carreras, estas disposiciones las establece don Ambrosio Benavides Medina, entre ellas destacan;

Ø      Las apuestas sólo podían cruzarse en dinero, de ningún modo en ganado, alhajas, joyas, ropas, avíos de montar (lo que debía ocurrir de ordinario). Podían, sí, jugarse los caballos del cotejo.

Ø      La pista debía estar marcada con tres rayas a distancia de tres varas cada una, debiendo partir los caballos cuando el juez los estimase en línea. Se castigaba con $ 25 el no partir a la orden o el hacerlo mediante falsos alborotos.

Ø      Las competencias tendrían lugar en los días de trabajo, de cuatro a seis de la tarde en verano, iniciándose una hora antes en invierno.

Ø      Se prohibía manguear los caballos durante la carrera, esto es, cargar o molestar un corredor al otro.

Finalmente las carreras fueron durante la colonia las más preponderantes entre las diversiones ecuestres y durante los años republicanos pasaron a ser patrimonio exclusivo del hombre del campo.
De este juego en particular se puede desprender que su legado se sigue practicando actualmente en diversas ocasiones, como por ejemplo: en el campo, para los dieciocho de septiembre, etc.



Gastronomía Chilena

Otra de las grandes manifestaciones culturales de nuestro país, que tienen su origen en el mundo colonial es la gastronomía, esta posee  influencias españolas y aborígenes. Los conquistadores al llegar a Chile trajeron las bases de la futura alimentación criolla: trigo, cerdos, pollos, bueyes, toros y vacas. Los araucanos proporcionaron las papas, el maíz y el frijol (porotos). Estos ingredientes base se mezclaron y así; nacieron nuestros platos más típicos.

Margarita Elichondo en su obra; La comida criolla: Memorias y recetas, nos señala que en los primeros tiempos de la colonia ya eran muy populares las humitas, la chuchoca, el pilco y el locro falso: un guisado de papas con otros aderezos. En esta misma época surge la afición a las algas marinas como el cochayuyo y luche que se servían acompañados de huevos duros.

Hernán Eyzaguirre Lyon (1987) “El pan era de tres clases: tortilla de rescoldo, pan español con mucha grasa y miga, y el pan chileno, aplastado y cascarudo. De postre se servían frutas, en especial chirimoyas, frutillas y lúcumas. El almuerzo y comida terminaban con una "agüita milagrosa", de paico para el empacho y la indigestión.”

En el siglo XVII fueron las monjas quienes dieron un gran impulso a la cocina. De ahí sale la expresión "Hecho con mano de monja", para expresar que se trata de un manjar exquisito.
La comida chilena aprovecha bien los dones de la tierra y el mar. El maíz, llamado choclo en el país, es un ingrediente esencial de varios platos típicos. El pastel de choclo, servido en fuentes individuales de greda, es el más característico.

La abundancia de peces y mariscos que ofrece la larga costa de Chile puede convertirse en un menú tentador: desde albacora o corvina a la mantequilla, hasta congrio frito o en caldillo, mariscales, jaibas rellenas, chupes de papas y erizos con salsa verde. Respecto a masas, el primer lugar lo ocupa la empanada (de horno o frita), que puede ser rellena con carne y cebolla picadas, con queso o mariscos.
El vino chileno es conocido en todo el mundo por su cuerpo y aroma. La vitivinicultura se formó en el país junto con el desarrollo colonial y republicano. Según los expertos, las primeras cepas llegaron en 1548, traídas por sacerdotes españoles que necesitaban vino para sus misas.
Con el paso de los años los antiguos secretos familiares empezaron a llegar a la imprenta mostrando (en sus recetas) la confluencia de la comida mapuche (que aportó entres otros el maíz, la chuchoca, los piñones y los porotos) con la alimentación española que, en primera instancia, trajo consigo el trigo, el cerdo, el pollo y la vaca, De ambas tradiciones surgiría  un tipo de alimentación que, con mínimas variaciones, persiste hasta hoy.

Entre los textos 'clásicos' figuran la Enciclopedia del hogar de la tía Pepa, escrita por Rafael Egaña y que reúne recetas y tradiciones culinarias de fines del siglo XIX y comienzos del XX. La bibliografía culinaria chilena incluye también 365 recetas de cocina práctica. Una para cada día, que data de 1900.  En 1930 aparece el clásico La buena mesa de Olga Budget.
Hurgando un poco en los distintos platos considerados criollos, es posible ver que los platos populares tienen algunas variaciones en sus recetas, de acuerdo a la zona geográfica donde se prepara.
A la hora de las fiestas patrias, hoy los chilenos se unen de norte a sur y la gastronomía de las fondas alegra por igual con empanadas de horno, un pebre tanto de cilantro con tomates como el de ají cacho de cabra, el clásico vaso de vino, anticuchos o fierritos y un buen asado.
Pero a la cocina no sólo chefs o dueñas de casa. La literatura chilena tiene también una larga relación con la cocina. Los escritores que han entrado a la cocina no son pocos que han destacado por haber abordado del tema de la comida en alguna de sus obras: Vicente Huidobro, con su Sopa oceánica, Pablo Neruda, con odas como la oda al caldillo de congrio  y Pablo de Rokha en su Epopeya de las bebidas y comidas chilena.

Durante el siglo XX, la cocina chilena desarrolla fuertemente el gran aporte de la gastronomía francesa recibida a finales del siglo XIX, se manifestó en variados guisos, chupes de mariscos, de jaiba o de erizo, pucheros y postres, preparaciones recopiladas por varias autoras del país. Se hace patente sobre todo en los pescados; corvina a la mantequilla negra, el congrio Margarita o las 'omelettes' que remplazan la tortilla española de papas, en este afrancesamiento de la oferta.
El reciente texto de la antropóloga Sonia Montecinos abre nuevas claves para entender el imaginario que está alrededor de la cocina. Pero, en sentido amplio, la historia de la gastronomía chilena, importante clave de la cultura nacional, está aún por escribirse.

Fiestas religiosas con origen colonial

El origen se remonta al año 1535, cuando según la leyenda, Diego de Almagro en su recorrido hacia el descubrimiento de Chile desde Cuzco llevaba en su comitiva a un príncipe incaico cautivo llamado Huillac Huma y que era el último sacerdote del culto a Inti. Junto a él, iba su bella hija llamada Ñusta Huillac.
Cuando el ejército se encontraba cerca del actual pueblo de Pica, muchos de los prisioneros incas huyeron hacia la pampa del Tamarugal, entre ellos, Ñusta Huillac y su padre. Refugiados en los bosques de tamarugos, Ñusta Huillac organizó una rebelión para restablecer el poder de su nación, llegando a ser temida tanto por sus enemigos que la nombraron como la "Tirana del Tamarugal".
Un día llegó un joven expedicionario portugués llamado Vasco de Almeida que había perdido su ruta hacia la mítica "Mina del Sol". El flechazo entre la bella reina y el portugués fue inmediato. Cuando su relación fue descubierta, ambos fueron condenados a muerte. Almeida, como una forma de que su amor sea eterno, convence a Ñusta Huillac para que se bautice y así tras la muerte, renacerían en el más allá y vivirían unidos para siempre. Ambos son descubiertos en la ceremonia y son asesinados por los nativos.
En 1540, pasaba por el pueblo de "La Tirana" el fraile Antonio Rendón, encontrando una cruz, y como forma de homenajear a estos jóvenes, se construye en el lugar una capilla bajo el nombre de "Nuestra Señora del Carmen de La Tirana".




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